UN CUENTO DE COSAS Y COSAS
P. Daniel Albarrán
Érase una vez...
Un pueblo
parecido al Macondo,
de Cien años de soledad,
de Gabriel García Márquez.
En el que
sucedían cosas
que no eran imaginación.
Más bien,
cosas reales:
Era de una
mujer muy debota
en asuntos religiosos:
Tenía fama
de rezandera
y de hablar con
el Espíritu Santo.
Así lo decís ella.
Hasta el Espíritu Santo
le decía
cosas y le revelaba
cosas del más allá.
Eso decía ella.
Y, así,
también,
lo decía todo el mundo
del pueblo,
que no era Macondo.
Todos los días
la veían
con un crucifijo
pegado en el pecho,
pues iba de casa
en casa,
haciendo rezos
y conjuros.
Y, en ese ir,
se encargaba
de llevar chismes
e inventarlos.
So garantía
de tener
revelaciones.
Allá iba.
Con su crucifijo.
Y, con su fama.
Y, hasta blanqueaba
los ojos
cuando hablaba,
y que hablaba...
hablaba.
Y, no, precisamente,
de Buendía,
ni del pueblo de Gabriel García Márquez,
ni de Macondo...
Y, hablaba de la casa anterior
de la que había visitado,
y, así, en crescendo.
Y, colorín-colorado; este cuento se ha acabado.
Fin.
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