UN CUENTO DE BEATIFICACIÓN
P. Daniel Albarrán
Érase una vez..
Se había extendido
la noticia
de la BEATIFICACIÓN
del doctor José Gregorio Hernández.
Se sentía
una cosa bonita.
Era, tal vez,
orgullo,
agradecimiento,
sentimientos de
justicia agradecida.
Un no sé qué.
Y, era que se sentía
bonito
ver Realidad,
lo que mucho tiempo
se había esperado:
Aquel hombrecito
vestido de traje,
sencillo,
con las manos atrás,
y su sombrerito pequeño,
y su bigote.
Y, más bien, tímido.
Ese hombrecito,
que nos identifica,
nos represente,
nos consuela,
y nos da esperanza,
en las angustias de salud.
Ese hombrecito
era santo,
y se le iba a ubicar
en el santoral.
Era bonito saberlo,
y era bonito
saber que ya era tiempo.
Por eso,
ese no sé qué
de un no sé qué
de bonito.
Y estábamos contentos.
Provocaba decirle en confianza:
-- ¡Oye, doctor
-- José Gregorio...!
-- ¡Que bien!
Y querer pasarle
la mano sobre el hombro
en una de
-- ¡Que chévere!
Y en una de felicitaciones,
porque era ver
el logro del vecino,
del amigo,
del cercano.
Y, estábamos contentos...
Y, nos mandábamos
felicitaciones
entre todos,
esparciendo la noticia.
Y, habría toque de campanas
y habría solidaridad
en la noticia.
Y, colorín-colorado; este cuento se ha acabado.
Fin
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