EL CUENTO DEL MUCHACHO DESCONOCIDO
P. Daniel Albarran
Érase una vez un muchacho que tenía 21 años. Era hermoso porque a esa edad se es hermoso. La juventud es bella en sí misma. Y él por ser joven ya era hermoso. Dicen que la juventud es un precioso tesoro.
El muchacho era desconocido. Se ganaba la vida haciendo de empacador de bolsas en un supermercado de la ciudad. Y no llamaba la atención en nada, sólo por el hecho de realizar esa actividad. Algunas veces era maltratado y humillado, pues, muchos de los que realizan esos oficios son vistos con desconsideración. Él sufría esa calificación y también maltratos.
Un día, el muchacho fue malherido en un actividad de calle de protestas en contra del gobierno opresor, y se vio muy comprometida su vida, que luchaba entre la vida y la muerte. Y su estado de Salud se vio en condiciones muy precarias.
A los dos días de esos sucesos, el muchacho murió. Y, entonces, todas las gentes hablaban de él. Algunos decían haberlo conocido. Otros, apenas lo conocían por esos acontecimientos trágicos. Y empezó a hacerse famoso. Algunos empezaron a recordar que trabajaba en el supermercado donde trabajaba. Y todos lloraban. Y todos empezaron a quererlo. Se creó en torno suyo una simpatía post mortem.
Y su nombre y figura empezaron a hacerse emblemáticas.
Muchos fueron a su entierro y a darle el adiós último en señal de obligatoria amistad, aún sin haberlo tratado alguna vez. Aquello fue hermoso. Todos gritaban consignas de libertad-libertad y aplaudían, mientras su cuerpo salía en hombros de la multitud enardecida.
Era hermoso.
Fue bonito y emotivo aquel gesto.
La mamá del muchacho lloraba sin ningún tipo de consuelo humano. Era terrible para ella.
Y algunos querían volverse famosos.
Y...colorín....Colorado...este cuento se ha acabado.
Fín.
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