EL CUENTO DE LA MATA DE MANGO
(P. Daniel Albarran)
Érase una vez una mata de mango, muy grande y frondosa, sus mangos eran muy sabrosos. La mata de mango quedaba en el patio de la casa de señor Ramón.
La casa del señor Ramón quedaba cerca de la escuela del pueblo, y los muchachos que regresaban de la escuela, cerca del mediodía, se subían a la mata a tumbar mangos.
Los muchachos siempre se subían a la mata sin pedir permiso.
Un día el señor Ramón, viendo que a su mata se le habian roto unas ramas, hablo con los muchachos y les dijo, que todos los días antes de subir a la mata, le pidieran autorización . Que él le daba permiso, pero que cada vez, le preguntaran.
Entonces, los muchachos empezaron a pedir permiso para subir a la mata y bajar mangos. Un día y otro día pedían permiso y siempre comían mangos.
Un día, el señor Ramón, les dijo que ese día nos les daba permiso. Los muchachos se fueron, menos el que había ido a hablar con el señor Ramón, y que había dicho que ok, que estaba bien; pero en desobediencia al "no" del señor Ramón, igual, se subió a la mata.
El señor Ramón se fue a hablar con aquel muchacho desobediente, y le dijo que tenía que ser muchacho de palabra, pues habían quedado en que ese día no tumbarian mangos, y que él mismo había aceptado y dicho que ok.
El muchacho tenía un mango en la mano, y a la pregunta del señor Ramón, si tenía mangos en su maletín escolar, el muchacho dijo que no. El muchacho estaba diciendo mentiras, porque si tenía mangos y estaba casi lleno el maletín.
El señor Ramón le dijo, entonces, que además, estaba siendo mentiroso. Y le pidió que le entregara todos los mangos que tenía escondidos en el maletín. Y que por la mentira y su falta de palabra, por eso, le quitaba los mangos.
Y el muchacho se fue, y señor Ramón se metió a la casa. Pero el muchacho tenía mucha rabia y estaba muy molesto, y enseguida, comenzó a tirar piedras grandes a la puerta de la casa de señor Ramón, para romper la puerta por la misma rabia que tenía.
Y, el señor Ramón se puso muy triste al ver lo que habia hecho el muchacho. Y, de inmediato, se dijo: "estos muchachos... estos muchachos..." y empezó a recoger las piedras que le habían roto la puerta. Y se puso, también, a remendar la puerta porque la puerta se había roto con los golpes de las piedras y la puerta estaba dañada y no cerraba y no abría bien, porque las piedras habían roto la puerta.
Colorín...Colorado. ..este cuento se ha acabado.
Fin.
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