UN CUENTO DE VIERNES
P. Daniel Albarrán
Érase una vez...
Día viernes
de una semana más.
Señor:
se espera el viernes
con ansia.
Tal vez,
porque es el fin de semana,
y se le mira
como un pequeño final
de cinco días
de fatigas
y de cansancios.
¿Qué cambia?
Nada.
Aún, así,
se espera el día
el viernes.
-- ¿Para qué?
El hecho
es que
hoy, ya, es viernes.
Y, hay
como un alivio,
como un descanso.
Como si fuera
un stop
o un no sé qué
de una qué cosa,
para qué cosa.
Simplemente, Señor,
es viernes.
Y, gracias, Señor.
Porque es viernes.
Y, a nivel de
la Liturgia de las horas,
los Laudes,
podemos decir, siempre,
lo del Rey David
(Salmo 150):
-- Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
-- por tu inmensa compasión borra mi culpa;
-- lava del todo mi delito,
limpia mi pecado...
Tal vez,
por eso, Señor,
que se espera
el día viernes:
Tal vez,
para volver
a recordar
que tu misericordia
es tu misericordia,
y que es Grande-grande...
Tal vez,
por eso, Señor.
Y, eso
da reposo,
sosiego,
descanso.
Y, colorín-colorado; este cuento se ha acabado.
Fin
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