P. Daniel Albarran
Era ya la una de la tarde.
Y, según el horario de actividades de todos los días, era la hora del aseo.
En la mañana se había asistido a las clases según el pensul de estudios. Ya se había almorzado. Y, seguía la hora del aseo, para después pasar al tiempo de deportes.
Todos tenían un qué hacer: quien limpiaba y aseaba la capilla, quien lavaba los baños, quien barría y coleteaba los pasillos, quien cada salón de clases; quien esto y quien aquello. Todos tenían un por hacer en esa hora.
No dejaba de haber quien evadía su tarea, cosa que no era común, pues todos eran hacendosos y juiciosos.
Entonces, aparecía Dídimo, gritando-gritando , mientras hacía su oficio, diciendo: "San Pablo dice, que, quien no trabaje, que no coma". Y se dedicaba a realizar la tarea asignada con alegría y contagiaba, y aquella frase hacía, también, su trabajo. Todos reían por la ocurrencia de Dídimo
Y, todo quedaba bonito y limpio, y todos-todos vivían más alegres, pues cada cual hacía lo suyo.
Y, después venía la hora de jugar fútbol, y la cosa se ponía requetebuena, porque aquello era más que sabroso. ..además por ser la alegría del deber cumplido, que era lo importante.
Y, colorín-colorado; este cuentose ha acabado.
Fin.
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