P. Daniel Albarran
Érase una vez...
Un gran orador estaba hablando sobre un tema de mucha importancia.
Todos los que estaban en la sala-auditorio estaban fascinados por las imágenes que iban surgiendo de aquellas palabras.
En eso consiste la magia de contar ideas, y más, si son relatadas con imaginación. Y si son con sencillez, es todavía, mejor. Se convierte, entonces, en magia hermosa.
Y, hay quienes tienen esa facilidad y ese don. Asi, como tambien hay quienes usan ese don de otros.
Para esto último, es necesario referir de quien es la idea.
Eso mismo se hace cuando, por ejemplo, se lee la vida de Jesús. Apenas se comienza se dice el autor y de quien está tomada la idea. Y se dice "del Evangelio de Marcos, o Mateo, o Juan o de Lucas", y cada uno, a su manera y estilo, nos da una presentación de los hechos y palabras de Jesús.
Y,así con todos los que cuentan, y que se llama autor, en la vasta gama del saber, que es interminable.
Los que escuchaban ese día querían saber la fuente del cuento que acababan de escuchar y que los tenía entretenidos.
Entonces, se dijo el autor y todos mostraron interés por saber de quien se trataba. Y, con ello, ganaba en autoridad y respeto el que estaba exponiendo las ideas en cuestión.
Y, colorín-colorado; este cuento se ha acabado.
Fin.