miércoles, 13 de septiembre de 2017

EL CUENTO DEL LOCO Y EL PALO

EL CUENTO DEL LOCO Y EL PALO
P. Daniel Albarran
En un pueblo había un loco. El loco tenía un palo.

La gente caminaba por las calles, y el loco con el palo le pegaba a la gente, así, de repente.
Ya las gentes tenían miedo de salir, porque de cualquier esquina salía el loco con el palo a dar un palazo.

Entonces, muchos estaban muy molestos con el loco y querían darle su merecido.
Pero, un buen hombre dijo que el loco no tenía la culpa.

-- "La culpa no es del loco" --dijo el hombre.
-- "Sino de el que le da el palo".

Y, colorín-colorado; este cuento se ha acabado.
Fin.

EL CUENTO EN FORMA DE CUENTO DE LA HISTORIA DE DOS MUJERES

EL CUENTO EN FORMA DE CUENTO DE LA HISTORIA DE DOS MUJERES
P. Daniel Albarran
Cuentan los libros sagrados que una familia recibió la visita de Jesús de Nazaret. Muchas ya lo habrían hecho antes, y otras lo harían después.
El caso es que la historia cuenta que en este caso en concreto, había dos mujeres, y cada una recibió a su manera la visita.
Una hacía y hacía y quería atender lo mejor posible para atender la visita. Era importante que se fueran contentos. Eso implicaba todo tipo de atención.
La otra mujer, y que eran hermanas, no hacía sino conversar y conversar con los visitantes.
Y estaba muy a gusto.
Entonces, la que hacía y hacía, se incomodó y llamó la atención sobre la que estaba sólo conversa que conversa, y dijo, que, por favor, le ayudara.
Y, ¿saben, qué pasó?
Jesús le dijo a la que hacía y hacía, y pedía que la hermana hiciera lo mismo, le dijo que "tranquila", que "no haga problema", que la conversación estaba muy buena, y que lo más importante era conversar.
Y, colorín-colorado; este cuento se ha acabado.
Fin.

EL CUENTO DE UNA REALIDAD QUE NO ES CUENTO

EL CUENTO DE UNA REALIDAD QUE NO ES CUENTO
P. Daniel Albarran

Llegaron tempranito, en la mañana, las señoras de la parroquia que hacen de Ministras Extraordinarias de la Eucaristía.

Igual, que todos los primeros viernes de mes, vienen a llevar la comunión a los enfermos de la comunidad parroquial.

Se reunieron, primero, en la sala de la casa-parroquia a tomar un café recién hecho. Café sin azúcar porque así están las cosas.

-- Que ya llegó la bolsa del clap -- fue el tema matutino de conversación. Y cada una iba aflorando sus preocupaciones respecto al pan de cada día y lo complicado de la realidad real y lo triste de ella.
Después fueron al Santísimo a sus oraciones de escogidas y enviadas en tan grande servicio de amor y caridad.

Y, así, con esa tarea se fueron, luego, a llevar a otros la alegría del amor sacramental y sacramentado.
Amén.
Y, colorín-colorado....

EL CUENTO EN FORMA DE CUENTO DE LA PARÁBOLA DEL VIEJO Y SUS DOS MUCHACHOS

EL CUENTO EN FORMA DE CUENTO DE LA PARÁBOLA DEL VIEJO Y SUS DOS MUCHACHOS
P. Daniel Albarran


Érase una vez un señor que tenía dos hijos. Uno de ellos quería irse de la casa y le pidió lo suyo para irse.

El señor, que era muy respetuoso, respetó la decisión de su hijo, y lo dejó que se fuera, dándole lo que le pedía, hasta el permiso de irse.
Y le dio su bendición.

El muchacho sabia que su papá era chévere y comprensivo, por eso había idbo a hablar con él.

Mucho tiempo después el muchacho quiso volver. Y sin ninguna pena ni ningún intermediario decidió regresar y utilizó la misma forma cuando se fue: hablar con el señor su papá.

Así lo hizo. 

Volvió a conversar con su papá, quien, igualmente, conversó con su hijo.
Y, nada de lamentar sucedió. Todo porque conversaron, y se entendieron. Lo mejor de todo es que no hubo intermediarios.
Y, colorin-colorado; este cuentose ha acabado.
Fin.

EL CUENTO DE LO QUE HACÍA UNA SEÑORA CUANDO LA CHISMOSA DEL PUEBLO IBA A SU CASA

EL CUENTO DE LO QUE HACÍA UNA SEÑORA CUANDO LA CHISMOSA DEL PUEBLO IBA A SU CASA
P. Daniel Albarran

Érase una vez una señora muy sabía en un pueblo.

Y había, también, una señora que iba de casa en casa llevando chismes y rumores, al estilo de Macondo, pueblo de la imaginación de un escritor.

Había familias que esperaban todos los días a la señora que llevaba y traía los chismes. Así como llevaba a esta casa, llevaba de esa casa, y así te todas llevaba y de todas tomaba para su repertorio cada vez más aumentado. Siempre era después de misa, pues también el señor párroco era parte de lo que tenía que repartir en la ingesta de noticias.

Las gentes gozaban morbosamente lo que esta señora decía de las otras familias, aún a sabiendas de que también de donde estaba hablaría en la siguiente casa.
La señora sabía del pueblo, apenas llegaba la mujer de los chismes a su casa, le servía un plato bien resuelto de comida y una buena taza de café recién hecho. Y le decía:

-- Coma bien. Usted necesita mucha fuerza para hacer su trabajo. Coma.

Y no dejaba que le contara absolutamente nada. Y, en esa casa, la de la mujer sabía, no se enteraban de nada porque ella le pedía con autoridad que no le contara nada de nada.

Y la mujer sabía vivía tranquila y en paz y quería a todo el mundo, aún cuando de ella también se hablara por el buen trabajo de la otra. Y su cara reflejaba serenidad y se veía bonita. No así con la otra señora...

Y, colorin-colorado; este cuento se ha acabado.
Fin.